El Beso de Judas: Fotografía y Verdad de JOAN FONTCUBERTA

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Título: El beso de Judas. Fotografía y Verdad
Autor: Joan Fontcuberta
Editorial: Gustavo Gili, S.L.
ISBN: 978-84-252-2430-0
Páginas: 136
Precio: 25€




En la contraportada del libro encontramos un breve texto que nos hace presagiar el contenido del libro:


“En el mundo contemporáneo las apariencias han sustituido a la realidad. No obstante, la fotografía, una tecnología históricamente al servicio de la verdad, sigue ejerciendo una función de mecanismo: la cámara no miente, toda fotografía es una evidencia. A partir de vivencias personales, el autor crítica esta creencia y reflexiona sobre aspectos fundamentales de la creación y de la cultura actual.”



Joan Fontcuberta ha ejercido una actividad pluridisciplinar en el mundo de la fotografía: creador, crítico, docente, editor y comisario de exposiciones. Los artículos que componen esta obra, con excepción del último y antepenúltimo, formó parte de un libro publicado en Francia con el mismo título, Le baiser de Judas. Photographie et vérite (Actes Sud, Arles, 1996). Con estos textos el autor pretendía justificar la articulación del programa del Festival Internacional de Fotografía de Arles, de cuya vigesimoséptima edición fue creador artístico. Algunos de estos textos son versiones actualizadas de artículos publicados con anterioridad en otros medios entre los años 1990 y 1996.

El libro gira constantemente alrededor de un concepto que es la verdad en la fotografía. Personalmente nos quedamos con una idea que introduce Fontcuberta en la introducción del libro: “Toda fotografía es una ficción que se presenta como verdadera. Contra lo que se nos han inculcado, contra lo que solemos pensar, la fotografía miente siempre, miento por instinto, miente porque su naturaleza no le permite hacer otra cosa. Pero lo importante no es esa mentira inevitable. Lo importante es cómo la usa el fotógrafo, a qué intenciones sirve. Lo importante, en suma, es el control ejercido por el fotógrafo para imponer una dirección ética su mentira. El buen fotógrafo es el qué miente bien bien la verdad.”

Para entender un poco mejor el contenido del libro, os hemos transcrito uno de sus artículos más breves a modo de ejemplo.

La manipulación como estilo

Más allá del parámetro de sanción moral, a lo largo de la historia de la fotografía la idea de manipulación se ha utilizado de una manera más emparentada con la estética. A menudo la crítica especializada ha contrapuesto las categorías de “fotografía directa” versus “fotografía manipulada”. En realidad se refería a programas operativos que daban respuestas prácticas a las dos doctrinas del viejo contencioso histórico purismo/pictorialismo. La “fotografía directa” implicaba el acatamiento de unas reglas de juego dentro de los límites de lo que se consideraba la técnica fotográfica ortodoxa, el conjunto de procedimientos conceptualizados como genuinamente fotográficos. Por ejemplo, salir a la calle, encontrarse con un tema interesante, encuadrar y disparar. Implicaba por lo tanto, por un lado, la espontaneidad y la imprevisibilidad de la acción y, por el otro, el respeto a la visión óptico-mecánica del medio. La “fotografía manipulada”, en cambio, suponía la inclusión de efectos plásticos practicado por otras disciplinas (el dibujo, la pintura, las técnicas de estampación, etc.) y legitimaba cualquier recurso que el fotógrafo quisiera introducir. Donde una privilegiaba lo fortuito y la intuición, la otra lo hacía con la planificación y el control del resultado. 

Ambas categorías, además, encauzarían, por añadidura, dos corrientes fotográficamente generalmente enfrentadas, las prácticas “documentales” y las prácticas “artísticas”, términos sumamente equívocos que en el fondo dirimían estrictas cuestiones de estilo.

Cabe añadir inmediatamente que si bien estas oposiciones han convenido en algún momento por su carácter clarificador y pedagógico, se trata de conceptos cuya ambigüedad imposibilita una clasificación rigurosa. En efecto, la “fotografía directa” se fundamente en un modelo de imagen fotográfica que se basa en el cumplimiento de un código semiótico realista. Sus límites son imprecisos y nos abocan a un territorio totalmente vago. Según dicha interpretación, la esencialidad de la fotografía dependería de criterios ideológicos y de teorías de representación, por lo tanto, contingentes y en constante cuestionamiento. Desde el daguerrotipo a la cámara digital, el medio fotográfico ha evolucionado de forma contundente. Pero, aparte de la génesis tecnológica de un producto al que seguimos llamando “fotográfico”, también las funciones sociales han cambiado, decantándose la definición hacia uno u otro lugar. Los fotogramas abstractos de LáslóMoholy-Nagy encajaban cuando fueron realizados en la casilla de la “fotografía manipulada”; hoy en cambio nos parecen paradigma de la “fotografía directa”, la quintaesencia de la creación fotográfica más pura: solo un objetivo, luz y papel fotográfico, nada en medio, nada que se interponga “manipuladoramente”. Por lo tanto, la fotografía manipulada se convierte en “manipulada” ¿después de cuantas “manipulaciones”?

Nos hemos permitido la licencia de incluir uno de los fotogramas de Láslo Moholy-Nagy (no incluido en el libro) para comprender mejor la conclusión del presente artículo.


El libro esta lleno de ejemplos que se han sucedido a lo largo de la historia de la fotografía. Si hay que mencionar una de estas grandes mentiras nos referiremos a los Tasaday. Una tribu desconocida descubierta en 1966 en filipinas, cuya primera mención pública apareció en 1971 y  que realmente nunca existió.


En 2010 se ha publicado una continuación de este libro titulada “La cámara de Pandora. La fotografía después de la fotografía”, pero esto ya es otra historia…          

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