Título:
La Cámara Lúcida. Nota sobre la fotografía
Autor: Roland Barthes
Editorial: Paidós
Páginas: 141
ISBN: 978-8-4493-2293-8
Precio:
19-20€
Roland Barthes (1915-1980) nació
en Normandía. Crítico literario, semiólogo y escritor, fue uno de los
principales representantes del postestructuralismo francés y el fundador de la
semiótica francesa, junto con los intelectuales de la revista Tel-Quel. Su análisis del lenguaje
literario, así como el del cine, la televisión o el de la fotografía resulta
imprescindible para cualquier estudioso del lenguaje y la estética.
Es autor de La Torre Eiffel; El sistema de la moda y otros escritos; Roland Barthes
por Roland Barthes; La aventura semiológica; Lo obvio y lo obtuso; El susurro
del lenguaje; Variaciones sobre la escritura y Variaciones sobre la literatura,
etc.
Lo destacable es que no era
fotógrafo.
Este libro no es un tratado sobre
la fotografía como arte, ni mucho menos una historia sobre el tema. Como en
muchos de sus trabajos, Barthes rehúye los senderos más trillados y se lanza a
una especie de desciframiento del signo expresivo, del objeto artístico, de la
“obra” entendida como mecanismo productor de sentido. En este caso toma como
punto de partida unas cuantas fotografías, con el fin de descubrir “una ciencia nueva para cada objeto” y, a
partir de ahí, deducir “el universal sin el cual no existiría la fotografía”,
esa “alucinación” que provoca falsedad en el ámbito de la percepción y verdad
en el del tiempo. El final de esta excursión al otro lado del espejo no sólo
proporciona un conocimiento más profundo (e inesperado) del objeto estudiado,
sino que también desvela los mecanismos de la escritura ensayística enfrentada
a otra escritura, la imagen fija.
Nos hemos permitido la licencia de
copiar el resumen realizado por Deborah Brocal.
“El libro comienza hablando sobre la especialidad de
la foto en contraposición del resto de la comunidad de imágenes.
Establece una relación entre la imagen y el contexto para entender una imagen
que es inclasificable, y que necesita una reflexión para comprenderla. La
fotografía es lo único que puede reproducir algo hasta más no poder, algo que
solo ocurrió una vez.
Las emociones que evocan las fotografías son muy
diferentes desde la intención del fotógrafo, pasando por el receptor y las
emociones que recibe el ser fotografiado. El trastorno de propiedad ocurre en
el momento en el cual el fotografiado quiere demostrar algo que no es, además
de que el fotógrafo retrata desde su punto de vista. Es decir, un mismo retrato
puede ser visto de 4 formas diferentes, lo que el fotografiado cree ser, lo que
quisiera ser, lo que el fotógrafo cree que es y aquel del que el fotógrafo se
sirve.
La aventura de la fotografía es cuando se crean
fotografías que atraen e invitan a verla y pensar.
Podemos ver imágenes con studium y otras con Puctum,
lo premeditado contra lo azaroso que sale de una foto y que podemos percibir.
En el studium se dan a conocer las intenciones del fotógrafo, informan y
representan. La fotografía nace de la pintura y la considera un teatro, un
cuadro viviente, y es nuestra forma de ver a los muertos. "aquí está
la clave de este libro" en la relación que establecen las fotografías en
nuestro consciencia y la necesidad que creamos nosotros mismo para poder
combatir a la muerte y poder tener eternamente a nuestros seres queridos.
La fotografía siempre necesita una máscara de lo puro,
pues por norma general, nadie quiere ver la realidad en sentido puro, siempre
es mucho mejor rodearlo todo de ruido para ocultar ciertas cosas.
Hay fotos que hablan demasiado (foto
subversiva-pensativa).
Cuando una foto tiene puctum no necesita análisis
ninguno, no sigue normas y llena toda la fotografía, cosa que no ocurre cuando
hay detalles puestos intencionadamente por el fotógrafo y habla solo de que el
fotógrafo estaba allí.
Por algún detalle hay fotografías que provocan
sensaciones. El studium está codificado y el puctum acaba siendo innombrable y
no le encontramos un porqué, es más a veces viene con efecto retardado y
después ya nos damos cuenta porque cierta fotografía nos pinzó.
La fotografía permite cerrar los ojos, los abrimos y
sigue ahí, pero el cine no, por eso debe ser silenciosa. En la foto no hay un
fuera de campo, lo que ocurre solo ocurre dentro.
Las viejas fotografías son solo esencia de alguien
fallecido, pero son totalmente falsas. La naturaleza de la foto es el
"noema" del "esto ha sido", es decir, ya no es. Por este
motivo Barthes establece la importante relación entre la muerte y la fotografía
para poder encontrar la eternidad. Te hacen pensar en la vida, si no existiera
la muerte esto no sería necesario. LA fotografía es nuestro certificado de presencia,
es más es lo único que queda después de nosotros.
La cámara oscura debe ser llamada lúcida, pues esta
muestra, incluso enseña rasgos de una persona que al natural no encontramos.
La sociedad intenta hacer de la fotografía un arte y a
la vez hacer de ella algo muy trivial.”
Acabamos
nuestra introducción a este fantástico libro con el inicio de uno de sus capítulos:
39
En el tiempo (al principio de este libro: qué lejos
queda) en que me interrogaba sobre mi apego hacia ciertas fotos, había creído
poder distinguir un campo de interés cultural (el studium) y ese rayado
inesperado que acudía a veces a atravesar ese campo y que yo llamaba punctum.
Ahoras sé que existe otro punctum (otro “estigma”) distinto del “detalle”. Este
nuevo punctum, que no está ya en la forma, sino que es de intensidad, es el
Tiempo, es el desgarrador énfasis del noema “esto-ha-sido”), su representación
pura.
En 1865, el joven Lewis Payne intento asesinara al
secretario de Estado norteamericano, W. H. Seward. Alexander Gardner lo fotografió
en su celda; en ella Payne espera la horaca. La foto es bella, el muchacho
también lo es: esto es el studium.
Pero el punctum es: va a morir. Yo leo al mismo tiempo: esto será y
esto ha sido; observo horrorizado un futuro anterior en el que lo que se
ventila es la muerte. Dándome el pasado absoluto de la pose (aoristo), la
fotografía me expresa la muerte en futuro. Lo punzante es el descubrimiento de
esta equivalencia…”
Muy buen artículo, he entendido a la perfección la prodigiosa mente de Barthes.
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